miércoles, 11 de marzo de 2015

el gato

Aunque en las series de television americanas, los sicópatas son eso, sicópatas con apariencias de gente normal y cosas así... en la vida real, Ambrosio siempre había sido un poco rarito. Y no es que nadie pensara que en realidad era un psicópata, nadie decente piensa eso de nadie... pero al primero que se le hubiera ocurrido habría pensado que el apelativo le venia como anillo al dedo.
Ambrosio era, antes que nada, un hombre bajo, corpulento, peludo y con ojos almendrados. A Ambrosio le gustaban mucho los kebaps y la comida picante.
Ademas, el hombre tenia un cementerio particular donde enterraba a sus muertos. ¿Quien no ha visto los anuncios de "se busca a..."?, pues muchos de ellos iban a terminar en Ambrosio. Mataba personas como quien mata hormigas, sin darle mucha importancia al trabajo acometido pero de forma meticulosa y concienzuda.
Y sin testigos. No había nadie que viera a Ambrosio en sus quehaceres, ya se cuidaba él de que no dejar que nadie le descubriera, que eran muy pocas las ganas que tenia de terminar en la cárcel.
Y, sin embargo, miento. Sí que había un testigo, si como tal se le puede considerar. En un jurado no habría declarado mas que una palabra, no importaba la cuestion.
- Reconoce ud al acusado en la sala?
- Lo conocía de antes?
- Estuvo presente en....
Y nadie hubiera dudado de que el testigo faltaba en inteligencia o perspicacia. Pero ni siquiera el juez hubiera sido capaz de vencer el desinterés que, la mayoría del tiempo, tenían los ojos del testigo.

"Miau", hubiera respondido a cada una de las preguntas. Pues el testigo de los asesinatos de Ambrosio, aquel que le veía afanarse con la pala para enterrar a sus victimas en su cementerio particular... ese testigo al que Ambrosio tenia un cariño particular y al que regalaba siempre alguna chuchería al terminar el trabajo... ese testigo, como habrán podido imaginar, era un gato.

Ambrosio le llamaba "ambrosito". Al asesino le gustaba dar eco a su nombre.
Pero un día paso lo inimaginable: el gato no apareció. Hasta aquel momento, siempre había sabido hacer acto de presencia en cada uno de los asesinatos, como si tuviera un reloj interno que le dijera que ya era la hora correcta, que Ambrosio estaba a la caza otra vez.
Ambrosio no quiso darle importancia. Pero cuando dejo de ver al minino durante tres meses seguidos y cuatro enterramientos (porque la media del psicópata era de un muerto por mes, solo que aquel mes le había podido la avaricia), entonces Ambrosio se preocupó. No podía matar con tranquilidad si el gato no estaba allí, mirándole con sus ojos felinos, hermosos y desinteresados.

Por eso comenzó a buscar al gato. Lo primero que hizo fue poner carteles en el barrio con su número de teléfono: "se busca un gato perdido. Es negro, macho y grande. Tiene una mancha blanca en el cuello. Le gustan las aceitunas"
Al poco le llamaron por teléfono
- No solo las aceitunas,sino también el martini seco.
Eso era algo que Ambrosio no sabia, pero podía ser cierto. "Ambrosito" parecía un gato capaz de las mayores excentricidades. Y la imagen de su gato Ambrosito bebiendo martini seco le conmovió.
- Pero sera mejor que se le cuente en persona
Así que quedaron. La informante resulto ser una viejecita cotilla que consideraba que no era el gato de Ambrosio el perdido, sino el suyo propio:
- Imagínese mi sorpresa cuando veo una foto del "marqués"... de mi "marqués". Todas las mañanas venia a mi ventana y me miraba con aquella mirada suya tan felina, tan...
- Despreocupada?
La vieja se rio
- Si, eso es. La misma mirada que me lanzaba mi hombre antes de besarme. Eran tan apasionado...
- El marques
- No, no, mi hombre.
La vieja no tenia muchas oportunidades para conservar, y Ambrosio era un oyente muy educado. Por ella se entero de aquellas costumbres matutinas de su gato, lo cual le supo casi como una infidelidad.
Cuando llego a su casa, agotado, tenia un mensaje en el contestador.
- Su descripcion casa con la de mi gato Lorenzo, al que hace dias que no veo. No podriamos vernos?
Ese mismo dia se vieron. Tambien se trataba de una mujer, pero no tan vieja como la primera; era esta una solterona que aun se creia deseable.
- Tambien compartia usted su intimidad con Lorenzo?
Ambrosio no sabia muy bien a que se referia la senora
- Fue testigo de cosas que hubieran escandalizado a otros -respondio.
- ¿vive usted solo, señor Ambrosio?
Las insinuaciones de la dama eran tan sutiles como una vaca mugiendo por un toro que la cubriera.

Aquella noche, Ambrosio se durmio incomodo. Aunque no sentia deseos sexuales con la solterona, algo en ella le habia despertado una inquietud... y sentia que debia marcar su territorio. ¿Tal vez meando en torno a ella?
Al dia siguiente tenia un email esperandole en el correo.
"He visto el anuncio del gato y creo que tengo informacion al respecto. Sirvase ponerse en contacto conmigo. Un saludo"
El autor era lo que Ambrosio habia imaginado: un yupi con poco tiempo pero con una corbata a rayas rojas bastante desagradable.
- Mi gato Hervis se corresponde a la definicion que hace usted del suyo, señor. Solo que al mio tambien le gustaba el vodka. Sin duda, una cualidad inusual para un gato.
Recordando el martini seco de la vieja, Ambrosio se dio por vencido.
- ¿Y lo ha visto usted?
- Hace semanas que no aparece por mi apartamento. Antes lo hacia siempre en torno a las seis para tomar un refresco.
"Y en mi casa no aparecia hasta las ocho... ¡Bebiendo estaria! Asi no me extraña que no se escandalizara"

Paso el tiempo y Ambrosio descubrio que ya no tenia la necesidad o el deseo de matar a nadie. Porque le faltaba su gato. Asi que decidio ir a buscarlo por su cuenta. Por la noche se colaba en los edificios ruinosos que habian quedado inacabados y crecian como setas por toda la ciudad. Eran aquellos moles grises sin ninguna ambicion arquitectonica. Los promotores se habian declarado en quiebra tras la crisis inmobiliaria que asolo el pais. Y habia tantos que ni siquiera los okupas daban abasto y en algunos habia no mas un par de pintadas y alguna meada, pero nada serio. En cambio, los gatos abundaban por aquellas sombras grises de un pasado mejor.
Y asi fue que Ambrosio se descubrio dejando de lado sus instintos mas macabros y desarrollando otros con los que nunca habia soñado. Todo por un gato.
Su bautizo de fuego ocurrio una noche en la que una pareja de policias entro al recinto. Debian de estar persiguiendo a algun caco, pero al entrar en aquella penumbra vieja todo su animo se derrumbo.
- ¿Hay alguien ahi? -pregunto uno de ellos, haciendo acopio de valor.
Y Ambrosio, que no tenia nada que ocultar, se escondio debajo de una mesa vieja y roida y desde alli contesto:
- Miau!
Y los policias se fueron, diciendose para si "bah, solo es un gato".

viernes, 6 de febrero de 2015

El mentiroso compulsivo

Habian llegado y, tras tomar aire, ella fue la primera en romper el silencio.

- Y dime, ¿dónde estuviste anoche? -le preguntó su querida Amanda con aire inocente.
- Me hubiera gustado que me preguntaras cualquier otra cosa

La cola no avanzaba demasiado rápido. Los viajeros del crucero  "Atlántico del Milenio" estaban esperando. Posiblemente -o era lo que muchos pensaban- la culpa la tuvieran los viejos que acaparaban dos de las tres ventanillas.

- ¿Y por qué hubieras querido que te preguntara otra cosa?
- Sabes que no me gusta mentirte, querida -dijo él

Una de las parejas de viejos era de un par de franceses sin tener ni idea de español. A más inri, el caballero estaba un poco sordo y no paraba de preguntar a su mujer:
- Mais que est-ce qu elle a dit?

Ellos estaban muy lejos de todo aquello. Corriendo, habían llegado hacía solo unos minutos. A él todavía le estaba costando coger el ritmo de la respiración: su cara estaba roja y sus profundas entradas mostraban perlas de sudor. Pero ella, en cuanto había podido, se había enganchado de su brazo y había comenzado con aquella maldita pregunta.

Él se quitó la americana a cuadros.

- Llegaste muy tarde a casa -dijo ella.
- ¿No estás emocionada? ¡Nuestro primer crucero! -dijo Alfonso, intentando cambiar de tema.
- ¡Lo que más me gusta es que lo hagamos juntos, querido!

Por fin se movieron los viejos y la cola avanzó un poco. Era allí donde, dando su nombre, les darían la tarjeta de embarque y podrían meterse en el barco. Y tal vez buscar su camarote. Y hacer el amor apasionadamente, como en las peliculas.

- No me gusta tener la americana en la mano -dijo Alfonso
- ¿Y dónde estuviste anoche?

Otra vez la misma pregunta. Alfonso la miró a los ojos; los tenía castaños, como él y su futura suegra. En cuanto volvieran del crucero se casarían. Sintió frío en la espalda.

- ¿Por qué quieres saberlo?

Ya se preparaba para darle la peor de las respuestas.

- Porque te esperé despierta hasta muy tarde, bobín. ¿Por qué te has puesto tan serio? Ni que tuvieras una amante.

Alfonso no respondió. Pero su cara era todo un mapa.

- Estás bromeando, ¿no es cierto?

Siguió sin responder

- Parlez-vous français? -preguntó una señora vieja de repente, metiéndose entre los dos. Tenía un gesto afable. Era la vieja que estaba con el otro señor, el de la taquilla.
- ¡No! -dijo Amanda, de repente. Se volvió hacia Alfonso:
- Me estoy empezando a asustar

Pero él seguía sin decir nada.

- Como no digas nada, me voy a ir

Continuó el silencio. Y ella se fue.

- Ou est qu elle va? -preguntó el viejo francés

Es por eso que al día siguiente Alfonso estaba apoyado en la barandilla del barco. Y estaba solo. Sus pensamientos no le dejaban en paz:
- ¿Por qué no le habré dicho la verdad? Que simplemente estuve dando una vuelta, que había salido tarde del trabajo, que necesitaba pensar.
- Pero tampoco le has mentido -le decía otra voz
- No le habré mentido, pero le he dejado pensar lo peor.
- Y no le has mentido
- No le has mentido.
- Y estoy solo. Me he quedado solo.
- Te has quedado solo

En ese momento una voz lo sacó de su ensimismamiento:

- Hola, ¿te molesta si me pongo aquí a fumar?

Quien lo decía era una chica flaca, angulosa y con intensos ojos oscuros. En los anos 20 del siglo pasado hubiera sido una belleza.

- No -respondió Alfonso, un poco confuso- así puedo dejar de ... ¿sabes qué? Acabo de tomar una decisión.

Ella se encendió el cigarrillo y le sonrió:

- Grandes decisiones a bordo de un crucero y... -pero no terminó la frase. Dio una calada.
- Ante una desconocida, sí. Pero esto es lo que he decidido: desde este momento, nunca más voy a mentir.
- Melodramático.
- ¿Estás sola?
- Y directo... mmhh... ¿qué he de responder?
- Me siento atraído hacia ti, y recién te acabo de conocer.
- Eso es demasiado directo -dijo ella, pero a la vez sonreía
- Me gustaría que hiciéramos amistad ...creo -dijo él, acabando la frase con gesto ausente

Y así fue como durante todo el viaje no había día en el que no se encontraran. Ella había venido para acompañar a su tía, una vieja loca que se pasaba todo el día jugando al bridge.

- Siempre he mentido, desde que era pequeño -le explicó a su nueva compañera, Sara- Primero eran pequeñas cosas pero cada vez eran mayores. Mi novia me dejó justo antes de subir al barco porque pensaba que tenía un amante.
- ¿Y no era verdad? -preguntó Sara
- ¿Cómo va a ser verdad? No creo que nunca fuera capaz de algo así

Conforme se acercaban a Nueva York, una sombra iba oscureciendo sus espíritus. A veces era él y otras ella. Para resumir: se habían enamorado y temían separarse.

- ¿Qué harás después del crucero, cuando lleguemos?
- Tenía planes para seguir el viaje por tierra, viajando en tren a la costa oeste del país -dijo ella. Mi tía quiere ir a las Vegas.
- Quiero estar contigo
- Dímelo más claro -dijo ella

Era de noche y al día siguiente llegarían. La luna brillaba.

- Cásate conmigo -dijo él de rodillas
- ¿Cuándo?
- Vayamos a buscar al capitán
- Pero ni siquiera me has dado un beso

Y así, del modo más romántico, se dieron un apasionado beso.

- Siempre te querré -dijo él, abrazándola.

Y en aquel instante, Alfonso sintió que había vuelto a las andadas.

Pero solo era un presentimiento.